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Botiquín a bordo



Para organizar el botiquín de un barco no basta con entrar en una farmacia y comprar un bonito estuche con cuatro artículos en su interior. Debemos llevar a bordo el material necesario para solventar los problemas sanitarios hasta que podamos llegar a tierra, y saber cómo usar estos medicamentos.
A bordo, es uno de los grandes olvidados. Le sucede lo mismo que con la mayoría de los otros elementos de seguridad: si todo va bien, sólo nos acordamos de ellos cuando tenemos que pasar la revisión. Si algo va mal… Mejor, en este caso, que les hayamos dado un vistazo de vez en cuando. De todas formas, lo normal es que echemos mano del botiquín con mayor frecuencia que de cohetes y bengalas, por no hablar de la balsa salvavidas. Y, como con casi todo a bordo, su composición dependerá mucho de nuestro programa de navegación. No es lo mismo el botiquín de quien se dispone a dar la vuelta al mundo, que el de quien sólo suelta amarras para salir a pasear un rato y regresar siempre al mismo pantalán.

Hasta hace relativamente poco, los manuales hablaban de lo que debía haber en un botiquín y para qué servía cada uno de los fármacos que en ellos se incluían. Hace ya bastantes años, el desaparecido doctor Joan Guiu, gran navegante solitario, revolucionó el concepto de botiquín al hablar de posibles problemas sanitarios a bordo y, a partir de aquí, encontrar el remedio adecuado a cada caso, en lugar de hacerlo al revés, como se acostumbraba hasta entonces. Después, esta aproximación al problema (pensada para facilitar su uso a los no expertos, en lugar de estar enfocada a quienes ya entienden en la materia), ha sido seguida por otros médicos especializados en navegación, tanto por el norteamericano Peter Eastman como por el francés Jean-Yves Chaude.

De esta forma, en el barco, junto al botiquín es imprescindible que haya un manual, ordenado precisamente por enfermedades, molestias o problemas a resolver. Junto a estos síntomas, encontraremos el remedio que debemos utilizar, así como la caja en la que encontraremos el material que necesitamos.

Botiquín de paseo o de crucero


Distinguiremos entre tres tipos de botiquín: el de quienes apenas se apartan unas pocas millas de su puerto base y, por tanto, están como mucho a poco más de una hora de tierra; el de quienes practican navegación costera (lo más habitual en nuestras costas), que pueden no encontrar asistencia sanitaria durante 36 o 48 horas como máximo, y el de quienes hacen navegación de altura, incluyendo travesías oceánicas, sean o no transmundistas. Empecemos por lo más sencillo: cómo cubrir las necesidades sanitarias de quienes se alejan poco del puerto. Es evidente que, en este caso, no hay que prever remedios para lo que podríamos catalogar de enfermedades. Como mucho, y dado que cualquier incidente de cierta importancia puede ser tratado casi inmediatamente en tierra por sanitarios profesionales, de lo que se trata es de poder atajar las primeras curas de accidentes y aligerar los clásicos dolores de cabeza, mareos y, quizá, un síncope cardíaco, que puede resultar letal si no actuamos de inmediato. En estos casos, es evidente que basta con un botiquín muy sencillo: los útiles necesarios para curar una pequeña herida (corte, pinchazo, etc.), así como quemaduras (tanto si son consecuencia del sol como de un accidente en la cocina o de una mala manipulación del motor, por ejemplo) y golpes o torceduras. Y tampoco está nunca de más algún medicamento para aliviar el dolor y, por supuesto, contra el mareo, además de cafinitrina, indicada para problemas cardiacos que deben ser tratados inmediatamente (angina de pecho e infarto de miocardio). Así, tijeras (de punta fina y de punta redonda), pinzas, algodón, esparadrapo, tiritas y alguna gasa estéril son absolutamente imprescindibles. Igual que el alcohol, la tintura de yodo (u otro desinfectante), agua oxigenada (útil para limpiar heridas sucias) y gasas para realizar vendajes (compresivos y no compresivos) y guantes de látex. A todo ello, podemos añadir algún analgésico sencillo (tipo aspirina o gelocatil) y, si queremos, alguna pomada para los golpes y las picadas.

Si le añadimos crema protectora solar total (hay que insistir a toda la tripulación para que se proteja antes de soltar amarras y durante toda la navegación), seguramente esto es suficiente para quien no se aleja más que un par de horas de su puerto base, al que regresa cada día. Si se presenta cualquier complicación, si la herida es algo más grave de lo que podemos afrontar con los medios de a bordo, sabemos que en un periquete la persona afectada puede estar en manos de un médico.

Comunicación con tierra


Algo más completo debe ser el botiquín de cualquier crucerista que se aleje unos días de su puerto base. En este caso, y sin perjuicio de regresar a puerto para hacer frente a cualquier eventualidad que sobrepase nuestras posibilidades de curación, hay que poder afrontar pequeñas enfermedades comunes y deberíamos estar en condiciones de hacer algo más que la primera cura de urgencia de una herida o de un traumatismo consecuencia de un accidente. Por ello, además de todo lo indicado hasta ahora, es bueno disponer de un par de férulas (una grande y una pequeña), aunque se trata de algo que en última instancia siempre se puede improvisar con el material de a bordo. A bordo no deberían faltar gasas antiquemaduras, por ejemplo, así como tampoco algún antibiótico de amplio espectro, tanto en forma de pomada como de pastilla o polvo. Hay que disponer también de medicamentos para hacer frente a algún episodio de estreñimiento y de diarrea, calmantes (tanto tipo Valium 5, por ejemplo, como Nolotil), y colirios. Evidentemente, dispondremos de un termómetro, así como de varias jeringuillas desechables (con su correspondiente aguja). La modernización de las comunicaciones, tanto por VHF como por teléfono móvil, permiten al crucerista mantenerse casi siempre en contacto con algún médico que le pueda aconsejar. En este caso, debemos intentar ser lo más objetivos posibles a la hora de describir los síntomas y debemos añadir la información de los medicamentos de que disponemos a bordo. El experto en tierra podrá, por tanto, aconsejarnos sobre la mejor forma de actuar hasta dejar al enfermo en un centro sanitario si es preciso. De todas formas, la mayoría de enfermedades pueden tratarse a bordo, sin que normalmente sea preciso dar por acabada la navegación. Eso sí, procuraremos que el enfermo esté tan cómodo y descansado como sea posible. Mucho más completo debe ser el botiquín de quien se lanza a travesías oceánicas. Pero en este caso hay que remitirse a manuales específicos dedicados a la materia, además de tratar el asunto con algún médico de nuestra confianza, quien nos aclarará muchas de las dudas que se nos puedan plantear. Hay que destacar la interesante aportación que a este respecto ha realizado el doctor Chauve, fruto de su propia experiencia como navegante y también como médico responsable de la atención sanitaria de varias regatas de vuelta al mundo en solitario.

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